En la delincuencia pesan más las influencias sociales que las características genéticas de los delincuentes. La literatura sociológica hace referencia a la pobreza como la causa principal del delinquir. Pero habría que definir el concepto de “pobreza relativa” o percepción de la desigualdad donde viven los individuos. El caldo de cultivo de los comportamientos ilícitos se generan en como perciben los ciudadanos la desigualdad. Sin duda que el nivel de vida de los extrarradios de nuestras ciudades europeas tienen mayor índice de riqueza que las ciudades asiática; pero aquí tenemos más conciencia de lo desigual que allí y, por tanto, los riesgos para la seguridad ciudadana son mayores que en aquellas paupérrimas ciudades. ¿Cuál es la causa?
En primer lugar, del hecho de que exista malestar social
grande, no es automático que pasemos a
comportamientos delincuenciales. Tiene que existir un sustrato previo de
hábitos de comportamientos ilícitos, que de alguna manera condiciona el actuar
de los individuos. Los chavales hacen lo que ven. Pero es que si, además,
existen criminales organizados, que pueden dotar de recursos e infraestructura
a los posibles delincuentes, ya tenemos la fórmula perfecta.
En Málaga no existen niveles preocupantes de delincuencia. Se
comenta que hay unos 60 policías cada
noche patrullando la ciudad, lo que nos permite estos niveles de seguridad
ciudadana. Sin embargo hay que pensar en la influencia de las mafias, en cuanto
canalizadora de esa incomodidad social ante la rebaja de los niveles de vida.
Por aquí si podría mutar el virus del malestar hacia el comportamiento
criminal.
Debemos ser conscientes de que nuestra sociedad ha frenado
la inercia de movilidad social ascendente –para nosotros y el de todos los llamados al ágape de la construcción
de la “costa nostra”- y ahora, ese parón y la percepción de la desigualdad nos
genera indignación.
Tampoco ayuda en exceso el escaso aprecio que tenemos a las
instituciones –ver barómetro CIS de mayo 2012- Precisamente esta es otra de las
diferencias que explican los datos de delincuencia en Asía y Europa o América.
Mientras en aquellos países de extremo oriente el peso por el respeto a sus
instituciones religiosas son notables, aquí nos debatimos entre curas pedófilos
y obispos extremistas. Mientras que aquí y en América los sindicatos son
acusados de comportamientos poco éticos y de defensa –solo- de los que tienen
trabajo muy estable, cuando no de hábitos casi mafiosos; en Asía son
organizaciones donde sus militantes se
juegan el cuello y son muy valorados. Ese respeto institucional –incluyendo el
respeto a la familia y a los más mayores- es el que alguna manera mantiene
dentro de límites controlados, la conducta de los individuos. Esto no significa
que el delito se haya erradicado, obviamente.
Sin embargo, no podemos caer en la tentación de pensar que
vamos a modelos de delincuencia “colombianos” o de favelas brasileiras. Esto no es posible. Allí, desde pequeños, los
ciudadanos ven modelos de conducta donde el armamento es norma habitual. La
tolerancia hacia el fracaso es menor, los celos se resuelven de manera violenta,
entre otros casos. Esto hace que la gente tenga respuestas violentas más
frecuentes. Aquí no. Aquí no hay armas ni estamos acostumbrados a resolver los
problemas a las puertas de las discotecas a cuchilladas; independientemente que
se den algunos episodios.
Sin embargo, conviene no desatender que durante décadas
hemos vivido con una movilidad ascendente y ahora no sabemos cómo
reaccionaremos ante la pérdida de nivel de vida. Hay gente que ha ganado 3.000€
mes poniendo ladrillos y pasa a debatirse con un subsidio de 450 €. Donde si puede llegar la delincuencia es por
el posible soporte que le pueda facilitar el crimen organizado, a los que no se conformen con ese salto atrás y
decidan conseguir sus objetivos de consumo por medios ilícitos.