miércoles, 13 de julio de 2011

Luc Tuymans

CAC
Centro de Arte Contemporáneo
Hasta el 4/09/2011


A veces la pintura impresiona nuestra sensibilidad desde su propia crudeza; otras, solo vemos una técnica muy correcta, pero sin que nos llegue al ánimo. Más difícil es encontrar una pintura con una técnica depuradísima –que la apreciamos conscientemente- y sintamos ese estremecimiento que provoca el arte. La exposición  de Luc Tuymans que nos regala el CAC tiene eso, técnica pulquérrima que eligiendo unos mínimos rasgo, te reproduce en tu interior un efecto de los que el subconsciente guarda porque estorba. La soledad, la muerte, el sinsentido de existir nos aflora en esta pintura. No son metáforas más o menos manidas, no. 

Son explicitaciones de lo que no contará la historia. No hay ganas de mostrar la mediocridad, sino revelar ese vivir cotidiano que a veces nos empuja a pensarnos sin las proyecciones que nos hacemos de nosotros mismos. Detrás de la imagen que proyectamos existe eso.
La técnica de Luc es lo primero que sobresale en esta exposición. Es un expresionismo suave, como si las flores pudieran cantar, pero no nos ahorra eso, la “expresión” fuerte de un sentimiento. Tiene una técnica agresiva para mostrar un sentimiento “ligero”, pues solo así nos puede llegar, como en el telediario.
 
Tras esa equilibradísima composición de sus lienzos… nos fuerza la tonalidad más sutil… sus verdes tan novedosos. Sus naturalezas muertas, o vivas o en la UCI… que no se explicar. Compone un rostroy nos regala su mirada –con solo lo que necesita para sugerirnos que es eso, un rostro-. O sin mirada, porque puede que ese rostro no tenga historia y no sea mas que ese ser anónimo que tras su muerte, perderá todo recuerdo.
 
Tuymans nos sugiere rostros que se difuminan, como una metáfora al olvido en el que poco a poco todos nos convertiremos. El inmisericorde rostro de la nada, como ese del soldado de una guerra sin sentido –por mucho que nos intenten seducir esas voces patrióticas-.
 
El arte de Luc Tuymans nos seduce con una luz desvaída, como el silencio del existir de lo que pinta. Rostros normales, pero esa norma que reivindica la extraterritorialidad del canon. Lo que está fuera del canon también tiene vida, aunque este avocada al olvido, a la muerte, desde la soledad del que vive sin avaricias de dejar su recuerdo, anónimo. ¿Qué recordará a los que siguen la norma, a los normales?
Ancianos desatendidos del recuerdo, que es su morir sin historia. Acaso una sola esquela en un periódico por toda trascendencia.
 
Y eso fuerza a gritar al lienzo, desde el blanco de la pared, se reivindica y aferra la atención del espectador. El espectador sale con la sensación de haber visto una pintura elegantísima, un contenido inquietante, pero sobre todo, de haber vivido un inmenso espacio de arte. ARTE.