Orquesta Filarmónica de Málaga
XVII CICLO DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA DE MÁLAGA
Teatro Cánovas
Viernes, 28/01/2011
Xavier Benguerel: Raices hispánicas.
Jesús Villa-Rojo: Variaciones para orquesta.
Manuel Carra: Concierto para piano y orquesta.
El sonido de la Orquesta Filarmónica de Málaga ha cambiado. Antes pensaba que eran mediocres, que el sonido era timorato, más pendiente del grupo; como si escondieran en él sus carencias como interpretes. Felizmente estaba equivocado.
Ahora hay músicos. MÚSICOS a los que Edmon Colomer no concede libertad, se la exige. Porque la libertad es una exigencia en el arte –y en la economía, en la vida, en la pareja o tríos o flautas- Oí a músicos que querían gustar por si mismos al espectador. No trabajan para la orquesta, que al fin y al cabo es una entelequia que no existe, si acaso es una imagen administrativa que paga sueldos, pero nada más. Colomer ha devuelto a cada músico la responsabilidad de su música. Los hace responsable ante si mismos del espectáculo ante los espectadores. Ni siquiera él existe en la música, son ellos, los músicos; él solo lleva la batuta.
Ahora, los instrumentos tienen personalidad propia: el contrabajo impone su sonido intentado callar al timbal y el violín se impone con la personalidad del que se sabe poderoso y la viola y el oboe quiere lucirse ante su público, que para eso se hizo músico, para comunicar sonidos. Y Colomer no tiene miedo de obligar a cada uno a que muestren su talento. Resultado: ahora algunos músicos sonríen (comentario que oí en la sala).
En el programa que cerró el 17 Ciclo de Música Contemporánea obras de Xavier Benguerel, Jesús Villa-Rojo y Manuel Carra, el malagueño.
Raíces Hispánicas, de Xavier Benguerel es una obra que fuerza al intelecto a aventurarse en rituales novedosos, ignotos. No es música para viejos, no es el recuerdo de estructuras tonales evolucionadas –levemente- del clavicordio renacentista. No recrea en nuestros cerebros las mismas acostumbradas reverberancias, -otra vez Mozart- sino que nos propone concordancias difíciles, que logran convertirse en música. Y nos lo robaron. En la guerra sus padres tuvieron que exiliarse; su cultura los hacía peligrosos. Malditos falangistas que nos robaron tantos creadores, investigadores, artistas que tuvieron que huir de este país. Quizás parte de la explicación de nuestra coyuntura moral democrática, se deba a que no tenemos el poso cultural que gentuza como estos artistas nos hubieran aportado. Curas hipócritas contra creadores excelsos.
Jesús Villa-Rojo –homenajeado en este ciclo, menos por el Alcalde y el Consejero de Cultura- nos ofreció Variaciones para Orquesta. Nos hizo una propuesta difícil, los efectos de la percusión como lógica discursiva de la pieza. Después la orquesta lo envuelve todo y propone gritos estridentes para sugerir su armonía desbaratada. Ya es hora de desbaratar muchas cosas, no solo la armonía; sociales y mentales.
Y llegó Manuel Carra. 80 años de hombre malagueño músico. Y con él, su discípula Patricia de la Vega, que al piano nos participo del cariño a su maestro. Le testimonió, pues estaba en la sala, que lo quiere. Y Manuel Carra subió al escenario y la besó. Fernando Anaya comentó que esta música remueve los afectos. Y los desafectos, Fernando A mi me pareció una música para oír, no me gustaría enfrentarme a mi mismo con la ambientación de esa música. Por momentos inquieta la complejidad con que los instrumentos se enfrentan y dan el son que a fuerza de individuales, forjan eso que hace la orquesta.
Pero la obra no se explica; se siente, se describen los sentimientos, te los remueve. Con que fuerza me lo comento Pedro Barrientos en este mismo ciclo. El análisis es un enredo, te gusta, la sientes o no.