El futuro se proyecta como algo incierto. Atrás quedan viejas teorías sobre planificación, objetivos, cuadro de mando… Nadie está exento de la exclusión.
Valores como la cohesión social, la solidaridad, protección social, ceden el paso al individualismo, competitividad, xenofobia estigmatización...
La gente culta dice que no ve los programas del corazón, que prefieren los documentales de TV2. Y vemos una leona comiéndose un ternerillo de búfalo; con todo lujo de detalles, con toda la crueldad de la caería. Y un leopardo comiéndose un chimpancé, en lo alto de un árbol.
Los videos juegos son competitivos. Nada de cooperación. ¿Cómo lograr juntos que…? Y a eso lo llaman sensatez, civilización. Ya sabemos desde Freud que existe el Malestar en la Cultura, en nuestra cristiana y europea Cultura. Desconozco si ese mismo rechazo hacia sus raíces se siente entre los Maoríes o entre los campesinos del Japón.
Quizás todo sea proponérselo. Hace tiempo en España no era raro ver ancianos desamparados, en razón de eso, de su edad, y de no contar con los recursos económicos necesarios. Hoy, los pasos que hemos dado para tenerlos en Residencias de Ancianos –muy mejoradas, aunque con opciones de mejoras evidentes- o la ley de dependencia; prácticamente ha acabado con ellos de los albergues o comedores sociales.
Los riesgos de exclusión son grandes. Parece que los gastos sociales son los perdedores de eso que llaman recortes de gastos públicos. Bien, que lo hagan. Los ciudadanos apenas podemos opinar –ese sentimiento se ve en los barómetros de opinión de España-. Los impuestos no son la única forma de financiar los presupuestos públicos. Los déficit se financian en los “mercados” por tanto, a ellos rinden pleitesía los políticos, mas que a sus votantes.
Antes de la acción, viene el pensamiento. Pero el pensamiento sin acción, casi no es nada. Quizás con la proliferación de opiniones en Internet nos encontramos con eso… pensamientos que no se sustantivan.
Mientras, el futuro se representa incierto. La economía no nos aporta la seguridad en un futuro, como sociedades institucionalizadas desde la dimensión social de derecho. Sentir que muchas cosas de las que creíamos segura pierden validez, genera un pesimismo casi de cambio de ciclo. Necesitamos regenerar nuestras élites, las listas electorales deben ser abiertas, los políticos no se pueden deber –solo- a la disciplina de los que los ponen en las listas. Las partidas presupuestarias deben repartirse con criterios de solidaridad y valores… no solo los intereses –léase, obras públicas- de los que financian el presupuesto. Volvamos a la disciplina del elector; para ello hay que adecuar los presupuestos a los electores y no a sus financiadores.