25/09/2010 Un grupo de okupas se incautan de un edificio en el centro de Barcelonaque fue sede del Banesto. Han desplegado una pancarta que dice: “La banca nos asfixia; la patronal nos explota; los políticos nos mienten, CC.OO. y UGT nos venden” Y otra mas grande, que dice: A la mierda.
Está claro que estos tipos van a su rollo. ¿Qué rollo? En un reciente artículo de ALAIN TOURAINE viene a decir que nos hemos quedado sin ideología de acción. Las derechas enfatizan en la xenofobia y las izquierdas, en conseguir garantizar que todos los ciudadanos puedan pagar sus jodidas facturas. Solo por eso, la izquierda entiende “malo” el paro, porque los trabajadores no tienen garantizado pagar su hipoteca y su factura del móvil.
Hace ya tiempo, el movimiento obrero consolidó un pensamiento que rompía con el viejo pensar. Los frutos de la sociedad deberán ser repartidos equitativamente a todos los ciudadanos, bajo el principio de "a cada cual según sus necesidades". Esto era revolucionario, pues el pensamiento imperante era el reparto según la propiedad jurídica de los recursos que producían esas riquezas. Los sindicatos fueron la gloriosa fuerza obrera encargada de reivindicar el justo reparto de los bienes y servicios que la sociedad generaba –Bismark, a finales del XIX, se vio obligado a inventar la Seguridad Social- Si los obreros y asalariados generan con su tiempo y trabajo una sociedad, cada vez mas pródiga, ellos también merecen de cuidados médicos, las pensiones cuando ya no puedan trabajar y vacaciones pagadas, para disfrutar de los frutos de esa sociedad.
El movimiento obrero fue capaz de evolucionar la sociedad en lo que hoy conocemos como el 1º mundo. Recordar que hasta la llegada de Evo Morales a Bolivia, no sabían lo que era la pensión de jubilación. Pero… ¿mantiene hoy en día sus mismas premisas el movimiento obrero? No, porque las circunstancias han cambiado.
Un empresario en un polígono industrial de los extrarradios de ciudades importantes de Europa o América, ya no son la fuerza organizacional que transformó el entorno. Hoy las empresas son núcleos que se integran en organizaciones mayores –como proveedores, como transportistas, como asistentes serviciales, etc.- Ahí no está el poder, ahí solo se consolida el otro poder. Los trabajadores que cobran su nómina –reglamentada en leyes “justas”- se reparten lo que llega a sus patronos; trabajadores más cualificados, por su competencia técnica o comercial. El poder está en las corporaciones financieras que viven al margen de cualquier ley, en sus paraísos fiscales.
Pero los sindicatos siguen viviendo en el siglo XX, pues siguen dando la batalla en el seno de las fábricas y los empleados públicos. Ahí no está el poder, entendido como la ideología que mueve a la acción. Y es por eso que lo único a lo que pueden aspirar los sindicatos es a mejorar unos puntos porcentuales la nómina de sus “protegidos”. ¿Para qué? Pues para que sus patrocinados puedan pagar la letra de su Tv plasma.
Un ejemplo: ¿Cuántos sindicalistas juegan a la primitiva? Y si les tocara una cantidad importante de dinero ¿volverían a sus puestos en el sindicato? Creo que una cantidad representativa de los que si juegan, no volverían. Se lo gastarían en un lujo que los seduce. También creo que hay muchos que no juegan. Porque la ideología que priva es la del consumo, la ideología que motiva es la que nos repiten en la Tv, con el presidente de una gran entidad bankaria financiando a un niñato millonario que vuela con un cochazo. El trabajador, las clases medias y bajas, siguen abducidas por la ideología del tener contra el ser.
Hubo un famoso escritor del XIX, vinculado al movimiento obrero, tanto que era yerno de Mark (Carlos) Paul Lafargue, que escribió un libro titulado: El derecho a la pereza, donde venía a decir que los asalariados tienen que conquistar el derecho a hacer con su tiempo lo que les venga en gana.
El tiempo nos ha sido robado por los que disfrutan en las carreras de F1 en Mónaco. Trabajamos como emigrantes sin papeles para llegar a poseer un apartamentito con vistas al puerto. O algo así. Una ideología contra consumista no ha sido definida, y mucho menos defendida, por los sindicatos. Una ideología que conciba a toda la ciudadanía con derecho a recibir lo que la sociedad produce, acorde a sus necesidades. La izquierda debe superar el concepto de defender salarios, como magno principio de lucha. Debemos defender el tiempo “perezoso” del asalariado que se conforma con mucho menos, a cambio de gozar de su familia o de sus amigos en la taberna o ágora. Porque nuestra sociedad produce para que todo el mundo garantice su existencia inmediata. No me refiero a vivir en las islas Caiman.
Son los grupos de izquierda radical y extraracional, la que está entendiendo mejor estos conceptos. No quieren un buen coche, si a cambio se tienen que volver jilipollas. Prefieren la solidaridad y la convivencia cooperativa contra la competitiva del yo tengo más. Jamás podrás tener suficiente, vivirás amargado.
Los sindicatos deben cambiar su discurso, ahondar en la propiedad de los medios de producción financiera; que no son otros que los propios impositores de las distintas cuentas corrientes de los bancos. Si los dineros son de los ciudadanos, es a ellos a los que corresponde hacer con él lo que entiendan mas conveniente y no a los jodidos consejos de administración, o como se llamen. No, pero los sindicatos no tienen la capacidad intelectual para pasar a este tipo de lucha y siguen en la reivindicación de mejores salarios para mantener encadenados al consumo a sus patrocinados; que es más fácil que proponer cambios ideológicos.
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